lunes, 12 de diciembre de 2016

MELEAGRO



Título: Meleagro
Autor: Scopas.
Cronología: Siglo IV a.C.
Estilo: Griego postclásico.

A Scopas le gustaban de sobremanera las escenas de acción dramática que obligaban al autor expresar emociones intensas. Por esta razón eligió representar al héroe griego Meleagro en su momento de lucha contra el fiero jabalí que Artemisa le había enviado. La torsión de cuello del personaje es demasiado severa, casi exagerada. La boca entreabierta alberga una profunda sombra entre los labios en una expresión de dolor y sufrimiento. La misma sensación ofrecen los ojos; hundidos y ensombrecidos. La cabellera despeinada genera a su vez un impulso dramático. Por último, su cuerpo entero alberga un severo claroscuro en la anatomía, pudiéndose uno imaginar que va a suceder a continuación mientras se masca la tragedia. 

Es característico en el arte que allí donde hay claroscuro se avecina el dramatismo y la tragedia. Esta es una de las grandes influencias de la escultura de Scopas. Otra son los recursos estilísticos que emplea el autor para el reflejo de sufrimiento y dramatismo, tales como la tensión exagerada de cuello, los labios entreabiertos con un profunda sombra entre ellos y los ojos, siempre hundidos. La escultura de Laoconte y sus hijos, por ejemplo, lleva esta técnica hasta límites que rozan lo perfecto. Pero no sólo se emplea en esculturas griegas; ya que incluso en períodos medievales, renacentistas y barrocos -entre otros- continúa con el manejo que Scopas creó para su escultura de Meleagro.






AFRODITA DE CNIDO



Título: Afrodita de Cnido
Autor: Parxiteles.
Cronología: Siglo IV a.C.
Estilo: Griego postclásico.

Se conservaba en el Santuario de Afrodita y llegó a convertirse en la escultura más importante de la diosa en toda la Antigua Grecia, alcanzando ser el ideal de belleza femenino. Como es propio en las obras de Praxiteles, la diosa ya no asemeja ser un dios y se aleja de lo divino, abandonando la arrogancia con la que se la solía representar. Además, es una de las primeras imágenes desnudas de la diosa que más que una escultura parece una fotografía robada por el paparazzi Praxiteles en el momento en que Afrodita termina de darse un baño y pretende coger la toalla. Pese a todo, la escultura no carece de fotogenia. Conservamos en la actualidad solamente copias romanas y es por esto que la escultura inspira menos belleza y calidad que su obra hermana Hermes con el niño Dioniso. Como es habitual en las obras de Praxiteles, la figura se halla en un contraposto exagerado que roza lo imposible y que se denomina en términos artísticos como curva praxiteliana. Esta técnica de escorzo extremo en el cuerpo precisa de un apoyo y en este caso se trata de la toalla sobre el ánfora, fundiéndose, así, con la obra de arte. Resultaba característico que las obras griegas se policromasen y la Afrodita de Cnido no es una excepción. La escultura fue pintada por Niquias, pintor predilecto de Praxiteles, el cual también decoró otras obras del autor. 

La influencia de esta obra destaca por ser el primer desnudo íntegro femenino que anunciaba un nuevo futuro para el helenismo e inclusos a la posterioridad, para obras como las de Tizziano, Rafael y la última etapa de Leonardo Da Vinci entre muchas otras. Como curiosidad, llegó a ser tan famosa que incluso hubo una copia para la numismática.

  


HERMES CON EL NIÑO DIONISO



Título: Hermes con el niño Dioniso
Autor: Parxiteles.
Cronología: Siglo IV a.C.
Estilo: Griego postclásico.
Localización: Museo de Olimpia, Grecia.

De origen ateniense y con ascendencia por parte de su padre como escultor, Praxiteles era un excelente broncista que alcanzó su máximo esplendor a través del mármol. Sus trabajos alcanzaron límites hasta el momento desconocidos con este material. La escultura en concreto se trata de un original con mucha probabilidad, aunque todavía a día de hoy esto es un tema en permanente debate entre los historiadores del arte. Pertenece a la etapa de madurez de Praxiteles, y se conserva en el Museo de Olimpia, siendo su pieza estelar.

La obra nos muestra a un hermoso Hermes, el mensajero del Olimpo, con la vista puesta en Dioniso niño, dios de la vendimia y el vino. Esta escultura destaca por ser la primera en prometer un cambio de sensibilidad dentro del panteón griego, ya que aunque se trate de dos dioses, por primera vez no asemejan serlo. Su aspecto humano crea entre ellos cierta simpatía acentuada por su conexión de miradas y su socialización; incluso en el rostro de Hermes se entrevé un ligero esbozo de sonrisa. Sobre el brazo que no se conserva del dios mensajero existen una infinidad de teorías. Una de ellas, la más extendida, se refiere a que en su mano agarraba un racimo de uvas con el que juega y guerrea al joven Dioniso, humanizando, de este modo, todavía más las figuras. Esta humanización resulta probablemente por la descreencia divina que algunos fieles sufrieron a causa del terrible contexto socio-histórico que les había tocado vivir: guerras y epidemias continuas que diezmaban la población. 

Recordatoria la escultura de la belleza jónica y su sensibilidad femenina, Praxiteles reniega en ella la técnica de Policleto y exagera el contraposto en una posición imposible para el cuerpo humano pero que a la vez resulta muy fotogénica. Esta técnica acaba recibiendo el nombre de la "curva praxiteliana" con el tiempo, y la emplea en sus esculturas posteriores. Esta curva praxiteliana genera que todas sus obras precisen de un apoyo y, en este caso, el apoyo se funde con la escultura a través de la túnica que agarra Hermes en su brazo izquierdo. La postura del mismo pie se haya en un relativo descanso soportando el peso del cuerpo en la pierna derecha, mas siempre con el dinamismo fotogénico presente en todas las esculturas de Praxiteles. Cabe destacar a su vez el claroscuro del cabello, que infla el dramatismo y la realidad de la escena. Hay que añadir, en último lugar, el androgismo que desprende la figura de Hermes respecto a su origen inspirado en el arte jónico-ático, en el cual la feminidad siempre estaba presente. Dicha feminidad se vería acentuada en la época griega a través de la policromía con la que Niquias (pintor preferente para las esculturas de Praxiteles) la decoraría. 

La influencia de esta escultura, tanto para las propias posteriores del autor como las de otros artistas, es de suma importancia no sólo por la maestría con la que trabaja el mármol, sino también por dejar en herencia la curva praxiteliana, y por ser la primera representación de un dios como lo era Dioniso en forma de niño; esto fue una innovación iconoclasta sin precedentes.